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  • Foto del escritorLeticia Brando

La importancia de las relaciones para la autoestima


Las relaciones que decidimos tener nos marcan porque somos seres sociales. Nacimos en familias, aprendemos una cultura y nos insertamos en una sociedad. Si bien somos seres individuales, vivimos en una combinación de aspectos que nos atraviesan simultáneamente porque lo social y lo personal se dan a la vez.







Dice Mark Wolynn en su libro "Este dolor no es mío", la historia que compartes con tu familia comenzó antes que te concibieran. "Cuando tu abuela estaba embarazada de cinco meses de tu madre, ya estaba presente en los ovarios de tu madre la célula precursora del óvulo del que te desarrollaste".


Esta idea no es nueva. Aparece en los manuales de embriología de hace más de cien años. Basta pensar en nuestro nacimiento, nuestra llegada al mundo real no viene exenta de la percepción de nuestros padres sobre ese mismo hecho y esa recepción que recibimos de nuestros progenitores nos marca. Según como haya sido nuestros primeros días, nos formamos una imagen o sentimientos de quiénes somos y esto forma una impresión psicológica profunda en la cual crece la autoconfianza.


Los niños son egocéntricos por naturaleza porque piensan que el mundo se resuelve en torno a ellos. Esto significa que ellos fácilmente asumen que el modo que la gente les responde, actúa o los trata se debe a ellos. Los niños asumen que son la única causa de las respuestas de los otros.


Si nuestros padres esperaban ansiosos de tenernos a nosotros en sus vidas, interpretamos eso como que somos valiosos y nos sentimos amados.


Si nuestros padres estaban pasando por un momento difícil cuando nacimos y se mostraron fríos, tristes y distantes, arrastramos eso en nuestra adultez. Interpretamos eso de no sentirnos valorados ni felices con nosotros mismos. Esto puede llevar a buscar la aprobación a lo largo de la vida de socios, amigos y colegas. Tanta gente arrastra esa necesidad de afecto, de ser queridos y es así que entabla relaciones inadecuadas donde asume el rol de cuidadora o que debe resistir cualquier pareja o jefe o amigo aunque le trate mal, le desprecie o le sea indiferente. Digamos que el hambre emocional que heredamos de nuestra madre y de nuestros abuelos nos precede.


Estos lazos tempranos deben formarse bien porque cualquier nudo difuso o endeble lo vamos a llevar a la vida adulta. Esa evaluación sobre nosotros mismos la llevamos al mundo y nos podemos sentir responsables de los sentimientos de los demás. Por eso, vemos hoy tanta gente con crisis de ansiedad, momentos depresivos, conflictos de identidad y basta ir a nuestros orígenes para explicar estas situaciones.


La autoestima es la base para que nos sintamos dignos y merecedores de estima y respeto. Al sentirnos dignos, vamos a elegir mejor las relaciones, la carrera, el bienestar y conseguiremos más oportunidades.


Lamentablemente la tristeza es una emoción que se transmite de generación en generación a través de vínculos relacionales. Un padre ansioso y codicioso cría a un hijo ansioso con dificultad para compartir su dinero y por el camino, va a emerger el nieto codicioso y con grandes picos de estrés. Una madre triste e indiferente cría a un hijo triste y apático y ellos a su vez provienen de una abuela o abuelo frío, díscolo, que recibió poco amor de sus padres.


Este es un problema del sistema familiar y la mayoría de los terapeutas están capacitados sólo en terapias personales y perciben a los clientes como seres aislados en su totalidad. La mayoría de los enfoques no están preparados para observar los aspectos relacionales de la condición humana salvo que sean terapias de relación o familiares.


Tanto nos marca la familia y nuestros primeros cuidadores que la edición décima del Congreso de Autoestima y Liderazgo de Montevideo abordará la influencia de la familia en nuestra autoestima y liderazgo y tenemos a referentes para abordar el tema de la familia y las constelaciones como Carlos Bernués, Jordi Amenós y mira el resto de los ponentes y el programa aquí

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